El 9 de julio de 1942, bajo una atmósfera política
dominada por la claudicación y el escepticismo, Arturo Jauretche recibe una carta de su amigo y compañero de lucha José Benjamín
Avalos. Es un mensaje triste, amargo, de un bravo luchador que ve apagarse la esperanza. Inmediatamente, le contesta analizando
el agotamiento del radicalismo y la posibilidad de que las masas populares busquen un nuevo cauce, en la certeza de que éste
será hallado y llegarán días triunfales.
Dado que existen mucha similitudes con
la situación actual, la publicamos íntegra. En algunos párrafos, al lector le bastará reemplazar "radicalismo" por "peronismo"
para que ella adquiera tremendísima vigencia. En otras -referidas a las Fuerzas Armadas, por ejemplo- la analogía no resulta
aplicable. De cualquier modo, el lector sabrá distinguir aquellas enseñanzas que resultan de importante aplicación a nuestras
luchas actuales:
Buenos Aires, 9 de julio de 1942.
Señor Dr.
José Abalos
Rosario.
Distinguido correligionario y amigo:
A mi vuelta de una gira por el Oeste de
la Provincia de Buenos Aires me encuentro con su apreciable carta que me proporciona a la vez que la satisfacción de un buen
recuerdo, el pesar de encontrarlo un poco pesimista y desperanzado.
Comprendo la angustia argentina y radical
que atenacea su espíritu. No puedo menos que comprenderla pues la ha vivido, hasta que este camino de F.O.R.J.A., en que estamos,
me dio cauce seguro y firme, rumbo cierto y lo que Yrigoyen llamaba "alegre claridad de todas las certidumbres" .
Yo no puedo creer que su desesperanza dure,
pues es Ud. uno de los pocos políticos argentinos que conserva íntegra la frescura del alma, aquí donde los políticos envejecen
prematuramente como los adolescentes viciosos. Ese estado de espíritu por el que Ud. pasa, y que se transparenta en su carta
al hablar de que: "jóvenes, maduros y viejos están carcomidos por el mismo mal de la desesperanza y la incredulidad" puede
ser superado, por lo menos lo hemos superado nosotros, haciendo un planteo actual de lo político. De eso pienso hablarle en
estas líneas.
El radicalismo ha perdido la bandera de
la neutralidad yrigoyeniana, que le arrebata Castillo, por haber mezclado la defensa de nuestra democracia con la defensa
de otras democracias que son tan enemigas nuestras como los mismos totalitarios, hasta el punto de que el general Justo, los
comunistas, los socialistas, y los conservadores de Acción Argentina dicen las mismas palabras que el radicalismo, desde que
éste ha perdido su idioma propio. Se ha confundido la defensa de la soberanía del pueblo con la defensa de las instituciones
en que se ampara el régimen para mantener esta "normalidad institucional" que ahora llaman democracia.
Yrigoyen planteaba estas cosas claramente. Cuando
dijo que "Las autonomías son para los pueblos y no para los gobiernos", expresó precisamente el concepto que sostenemos en
F.O.R.J.A. Es lo mismo decir que gobierno del pueblo sin instituciones es mejor que gobierno del instituciones sin el pueblo.
La hostilidad del Régimen, ahora y antes, consistió
siempre en crear un aparato legal para canalizar la protesta del pueblo y después, por su periodismo, su Universidad y su
escuela acostumbrar, al pueblo despojado, a reverenciar el aparato del despojo. En 1916 el radicalismo cayó en la trampa y
en lugar de voltear la legalidad del Régimen, se metió en ella. Bien decía Yrigoyen que el no quería llegar así, pues debió
llegar para derogarla y crear la nueva legalidad argentina, la de la causa: una democracia que voltease el aparato de la finanza,
del periodismo, de la Universidad, de todo lo que obedece a directivas que no son en interés del pueblo y permitiese el surgimiento
de lo propio creador de la libertad.
Mientras no comprendamos que hay una superestructuras
que rodea al Estado y lo somete a sus fines constituida por la finanza, no comprenderemos nada. El vigilante no está puesto
para cuidar la libertad de los argentinos sino para impedir que la libertad de los argentinos lastime los intereses de la
finanza. Pues bien, tenemos que crear las instituciones de la Causa en que la función del vigilante sea meter la finanza en
vereda para qué no lastime la libertad del pueblo. De otra manera, las mejores intenciones se verán quebrantadas, o serán
dejados de lado los bien intencionados.
Hoy no hay, por ejemplo, libertad de prensa,
sino libertad de empresa y no me refiero a las limitaciones del estado de sitio. Cuanto más grande es un periódico más depende
de los grupos financieros, y los mismos partidos tienen que ir de claudicación en claudicación, pues son los grupos financieros
los que proporcionan recursos que obligan; el que no los acepta se coloca en inferioridad de condiciones. Aún en el seno mismo
de los partidos, depende del periodismo manejado por la finanza, el prestigio personal; de manera que el nombre y la personalidad
no la hace ni la conducta, ni la capacidad, sino el elogio de la tal prensa, pues aquél que pretenda tener conducta propia
está condenado al silencio y a la difamación . Además, la rivalidad interna entre los dirigentes hace que se abulten los cuadros
de afiliados con masas de hombres que no conocen ni la vida interna, ni la calidad personal de los actuantes, y estas masas
de afiliados forman opinión sobre las cosas internas por medio del periodismo, que siempre será adversario del radicalismo
en la medida en que éste sea radical. ¡Ahí tiene a "Crítica" convertida en árbitro del valor de los hombres y de las ideas
en nuestro partido!.
El error está en creer que el Régimen es
el cuerpo de hombres que maneja los partidos de la Concordancia, cuando éstos son sus meros instrumentos. Es como creer que
en Francia gobernaban los partidos y no las 200 familias.
Pero aquí es peor, porque ni siquiera son
familias. Las que gobiernan son sociedades anónimas , frías creaciones del dinero, sin sangre, sin corazón, sin ley, sin patria.
Y para peor, con un asiento principal fuera del país y obedientes a directivas políticas que sirven fines imperiales.
Los germanófilos y aliadófilos que tanto
se apasionan por los gringos aquellos se empeñan en no saber que para unos y para otros, nosotros somos "negritos miserables"
destinados a la servidumbre.
Se queja Ud. "de que los brazos armados
parecen sensualistas" y de que todos, jóvenes, maduros y viejos estén desesperanzados y sin fe.
Yo no comparto ninguno de sus puntos de vista
al respecto y confío, hoy más que nunca, después de ser durante siete años parte de una minoría aparentemente insignificante,
en la capacidad del pueblo y del ejército para apasionarse por una gran bandera.
Fíjese, Dr. Abalos, que nosotros los hombres
de F.O.R.J.A. hemos sido acusados, cuando nos encerramos en la abstención y nos negamos a seguir tras las mayorías, de no
tener fe en el pueblo y de ser, en cierta medida, dictatoriales cuando no fascistas. Sin embargo somos nosotros los que
hemos tenido fe en el pueblo cuando nadie nos creía y creemos hoy en el pueblo cuando empiezan a dejar de creer los que nos
criticaban nuestra posición. Lo que pasó es que a la par que creíamos en el pueblo creíamos en nuestra verdad y que entendemos
la política como arte de dirección y no como simple sometimiento a las mayorías momentáneas. Demasiado conocemos cómo caen
por el dinero y la propaganda los errores populares; pero sabemos que los pueblos vuelven a encontrar su verdadero camino.
¿No hemos visto acaso, las vísperas de septiembre y la posterior reacción popular? ¿Y no vemos ahora mismo cómo la propaganda
belicista -que es enorme- sólo logra crear un superficial estado de espíritu, que se estrella en el profundo buen sentido
del pueblo?.
Muchos creen que lo democrático es seguir
a la masa, y que así los partidos no tienen otra función que rivalizar a quien la adula más.
Nosotros a la inversa, creemos que es la
masa la que debe ir hacia los partidos cuando está de acuerdo con los puntos de vista aunque el pueblo no lo comparta, hasta
que llegue la hora en que su pensamiento sea el de la mayoría.
El más difícil arte del demócrata es saber
quedar sólo, cosa en la que fue maestro Hipólito Yrigoyen. Sólo al pie de la bandera abandonada, en la certidumbre de que
un día, alrededor de ella, se reunirán las multitudes. Porque si el conductor no sabe estar solo, es que no cree en la bandera;
no puede infundir la fe que le falta.
La experiencia tampoco demuestra que los
brazos armados sean más sensuallistas que los inermes políticos.
Cuando recorro las listas de los que han
participado en nuestras actividades insurgentes hasta el levantamiento de la abstención, compruebo que la proporción de oficiales
y suboficiales que se han arriesgado es muy superior proporcionalmente a la de los políticos, con la diferencia de que los
militares tenían todo que perder y nada que ganar que no fuera aquello que pudieron conservar quedándose en su casas, mientras
que los políticos lo tenían todo perdido y no les quedaba otro camino que ese juego. Agregue, Dr. Abalos, lo que después hemos
contemplado sobre la venalidad y el fácil acomodamiento de muchos dirigentes correligionarios, la mayoría; y Ud. se admirará
al comprender el extraordinario mérito de los que se han jugado, y como muchos no lo habrán hecho, porque pudieron ver objetivamente,
sin la pasión nuestra, cuán falso era el revolucionarismo de muchos que lo convocaban.
No, Dr. Abalos. Yo no creo que estén
agotadas las posibilidades morales del pueblo y del ejército. La que está agotada es la bandera del radicalismo, de tanto
arrastrarla por el barro, de tanto confundirla con otros banderines. Un muchacho nuestro suele decir en sus discursos que
han convertido la bandera del regimiento en la banderola de la cantina. Nosotros comparamos este momento a aquel en que nace
el radicalismo. Cuando la Unión Cívica ha perdido su gran bandera, los puros y los incontaminados necesitan diferenciarse
y diferenciarla y así de la Unión Cívica, el aditamento radical hace nacer a la Unión Cívica Radical, el radicalismo, cuya
filiación histórica en el pasado es la Unión Cívica, pero que necesita diferenciarse para las cosas del destino. Así cuando
la U.C.R. llega a ser lo que es hoy, un partido más , ajeno al drama sustancial de la patria, le agregamos el aditamento F.O.R.J.A.,
para que el ciudadano forjista esté diferenciado en su radicalismo de la multitud de grupos que se dicen radicales y sobre
los que va cayendo lentamente una atmósfera que los engloba conjuntamente con todos los políticos del Régimen.
Por otra parte, Dr. Abalos, una bandera política
debe parecerse a un río que es siempre el mismo, pero en el que las aguas van cambiando, pues las fuerzas políticas actúan
en el tiempo y su devenir, de tal manera que contenidas todas las reclamaciones en la gran demanda inicial, vayan, según las
exigencias de la hora, haciendo su presentación en cada oportunidad. Así vemos que en 1916 el radicalismo que ha presentado
como exigencias inmediatas la reclamación del sufragio libre y la honestidad administrativa, va gradualmente presentando sus
reclamaciones que lo definen en su totalidad y así en 1917 presenta su sentido social, y define de inmediato su concepción
política internacional en la neutralidad y la Liga de las Naciones y sucesivamente va cerrando el cuadro de sus presentaciones
hasta la reclamación de la soberanía económica cuando se lanza a la del petróleo y otras reivindicaciones. Entretanto, las
generaciones argentinas se van renovando y cada una de ellas trae un tema apasionante que encuentra su eco en el radicalismo
de Yrigoyen. Pero cuando en la reivindicación de la economía, el radicalismo se define ya como un peligro concreto para la
superestructura financista de la Nación, lo voltean el 6 de septiembre.
Era ese el momento de precisar nuestra posición
en la materia y así lo hicimos mientras estuvimos en la abstención; el 6 de septiembre era un golpe hecho contra el país por
el imperialismo y nuestra revancha no era la revancha de un partido político sino la revancha de la Patria. Poco a poco, esa
concepción nacionalista de la política revolucionaria se iba abriendo camino en el campo adversario y dividiéndolo y ocurría
este fenómeno: que los que más habían participado en el 6 de septiembre comprendían su error viendo que habían servido intereses
extraños y contrarios al país, mientras que los merodeadores que rodeaban a Uriburu después de la victoria, ya pensaban en
consolidar legalitariamente el régimen de entrega consagrado el 6 de septiembre.
Para el que vea la historia en perspectiva de
tiempo, será fácil comprender este hecho: muerto Yrigoyen y muerto Uriburu, se trabaja en dos bandos para pacificar el país
en la legítimación del 6 de septiembre y de las entregas que le suceden.
Concordancia y Radicalismo del Comité Nacional
se crean una legalidad en la que conviven, pero hay dos estados: el pueblo y el ejército.
Preguntó Yo: ¿Cómo unir a los estafados, que
forman la Nación contra los estafadores?.
La sola bandera de la U.C.R. ya desfigurada en
tal medida no basta; por otra parte, no expresa ya un pensamiento simple y claro y por sobre todo, inficcionada de internacionalismo,
ha abandonado la revancha de la Patria.
Hay además un hecho fundamental: los que el 6
de septiembre tenían a seis años ahora tienen 18; los que tenían 18 tienen 30. Constituyen el grueso de la población del país
y sobre todo la parte dinámica de la sociedad, la que hace historia. El radicalismo que ellos conocen es el de los concejales
de la CADE, el de Alvear, etc.. Ningun no se orienta ya hacia sus filas y si va, va friamente sin emoción de combatiente.
No sirven para lo que necesitanos.
Los jóvenes están en una oposición disconformista,
se harán fascistas o comunistas, según las alternativas de la propaganda extranjera; todos ellos hubieran sido radicales se
hubieran llegado a conocer al radicalismo, pero lo que conocen es un partido que forma parte del Régimen, tiene los mismos
vicios de este y además es zonzo, es decir, ridículo, que el único prestigio de la picardía es su éxito. Pero el pícaro zonzo
es la víctima del cuento del pillo, del que se ríe el cuentero, la policía, el juez y el lector del diario.
En 1935, nosotros vimos lo que iba a ocurrir
y nos propusimos crear un cauce, un substitutivo; mejor todavía, la continuidad histórica de radicalismo, y para eso creamos
F.O.R.J.A.
Sabíamos que íbamos a ser combatidos y difamados
y hemos sido acusados alternativamente, de comunistas o nazis, según los intereses de las finanzas y sus incondicionales aliados,
esos tipos de revolucionarios sociales que pelean en todas las batallas de las antípodas, pero jamás con el vigilante de la
esquina. Como somos radicales de verdad y además, de buena memoria, que es cosa que suele andar mal en el radicalismo, no
nos hemos olvidado de que a Yrigoyen lo llamaron fascista o algo por el estilo -ya que el fascismo no existía-, cuando la
semana de enero, anarquista por las huelgas ferroviarias y germanófilo por la neutralidad. A los radicales que gritaban viva
el Dr. Ortiz y que defienden tanto esa normalidad institucional, hay que recordarles que el 11 de noviembre de 1918 hubo que
meterles balas en la Avenida de Mayo a los que pretendían celebrar el triunfo aliado colgándolo a Yrigoyen y que el Comité
de Ruptura de entonces era la Acción Argentina de ahora.
El buen argentino no tiene que hacer caso de
estas imputaciones y debe seguir adelante sirviendo a su país, pues la propaganda trata de crear complejos de inferioridad
para que el hombre no exprese lo que siente. Por ejemplo, ¿puede Ud. admitir, Dr. Abalos, que yo, que lo he acompañando a
Ud. con las armas en la mano para defender las libertades públicas sea menos demócrata que Pastor, Culaciati o el general
Justo?. La cosa es sencilla: nos quiere hacer pasar por democracia el mantenimiento del parlamento, la justicia, las instituciones,
en una palabra, es decir, lo formal que el Régimen maneja. Para nosotros, la democracia es el gobierno del pueblo con o sin
parlamento, con o sin jueces, y si el pueblo no gobierna, las instituciones no son más que las alcahuetas de la entrega.
Bueno, Dr. Abalos. Quiero llegar a ésto: hay
dos Argentinas, una conservadora, que no quiere que ocurra nada, y en la cual está incluido el actual radicalismo. Esa Argentina
tiene una apariencia poderosa porque maneja las estructuras oficiales de los partidos, el periodismo, la radiotelefonía, los
gobiernos, pero esa Argentina no tiene vitalidad ninguna, es un edificio caduco, subsiste por inercia porque en ella ya no
creen ni los que la forman. Y hay una Argentina subterránea, joven, vigorosa, caótica aún, pero que pronto se va a orientar,
que se está orientando a pesar del desorden que introducen banderías extrañas en su seno, como el comunismo y el fascismo;
la mayoría de los jóvenes que se creen comunistas o fascistas no son tal cosa; son radicales que no han encontrado al radicalismo
y con ellos trabaja F.O.R.J.A., orientándolos poco a poco.
Una organización sistemática de silencio y la
falta de recursos económicos ha retardado nuestro avance que tampoco hemos querido precipitar, porque se debe operar sobre
la madurez de la conciencia. El año que viene esa Argentina joven y vigorosa va a ponerse en marcha, si la bandera que nosotros
hemos levantado cuenta con el apoyo de unos pocos brazos de prestigio ya consolidado. El Régimen le va a ofrecer al país alternativas
repugnantes y el Comité Nacional no cuenta ya para el pleito presidencial, como no se resigne a ser furgón de cola.
El ejército no va a apoyar ninguna de esa soluciones,
porque el Régimen ya ha prescindido del ejército desde que el país se pacificó. El ejército lógicamente no hará nada, pero
no será sostén del Régimen si la bandera existe y reúne las dos condiciones que reúne la bandera de F.O.R.J.A.: nacionalista
por la reivindicación de lo nacional y de conciliación con el pueblo por la reivindicación de lo popular. Los fascistas pretenden
ofrecerle la primera parte, pero les cierran el camino a la segunda que es una obsesión de la milicia; el radicalismo a secas
podría ofrecerle lo segundo, pero no le ofrece lo primero, porque se Ha olvidado de su postura inicial. Son tan torpes los
dirigentes que asustados por J.B. Molina y algunos fantasmones que el mismo Régimen levanta para impedir una formación nacionalista
auténtica que, acaso de Fresco también, se ponen en antimilitaristas y gritan: el ejercito a los cuarteles, que es lo que
precisamente les conviene a los gobiernos.
Recuerdo que Yrigoyen, a la vuelta de Martín
García, me dijo una vez que para el 4 de febrero el radicalismo era más fuerte en número de hombres en las filas del ejército
que en las del pueblo, agregando que en este sentido se contó casi exclusivamente con mozos estancieros del Sud de Buenos
Aires.
Me parece que el caso F.O.R.J.A. es el mismo,
porque nosotros nos hemos ocupado de radicalizar a los no radicales mientras el Comité Nacional se dedicaba a desradicalizar
a los que ya lo eran, tolerando la infiltración de ideologías, slogans, etc., extraños al sentido nacionalista del radicalismo.
Es muy fácil a través del nacionalismo hacer comprender a Yrigoyen y comprendido Yrigoyen, todo nacionalismo deviene radical.
Por el proceso inverso, a un hombre lleno de inquietud social, es fácil ver que el problema previo a la distribución justa
de los bienes es que seamos dueños de ellos, de manera que la primera pelea no tiene que ser entre nosotros sino con quien
los llevará, así toda demanda de justicia social se identifica con el nacionalismo y no hay posible concepción nacionalista
en un país colonial que no lleve implícita la demanda de justicia social.
¡Parece mentira, Dr. Abalos!. Esto que decimos
en F.O.R.J.A. en 1942 era lo que se decía en todas las tribunas radicales en 1926 y 1927. Recuerde Ud. y verá como es grave
la crisis del Partido. Y no puedo acusar a los hombres del antipersonalismo que al fin y al cabo han sido leales a su pensamiento
de fondo. Mosca en 1942 piensa como Mosca en 1927. Son los yrigoyenistas lo que se han vuelto atrás para poder hablar el mismo
lenguaje que Mosca y los suyos.
Ahora hay radicales que no se atreven a decir
que la U.C.R. no es un partido político sino la unión civil de los argentinos para realizar la Nación por encima de las facciones
del Régimen que son los partidos. Encuentran eso totalitario olvidando que en todo caso serán los fascistas los que se han
copiado de Yrigoyen. La definición era perfecta y no encuentro que haya habido nunca una fuerza revolucionaria que no fuese
totalitaria, es decir que negase totalmente a cualquier facción al constituirse ella en la Nación misma porque, así es totalitaria
la Revolución de Mayo, la Francesa y la Rusa tanto como la Alemana o la Italiana.
Lo que distingue no es el método revolucionario
sino el fin y el del radicalismo y el de F.O.R.J.A. es inverso al totalitarismo europeo; mientras aquéllos se proponen hacer
del hombre un instrumento del Estado, como en Italia, o de la raza como en Alemania o de una categoría histórica como en Rusia,
nosotros nos proponemos hacer un Estado defensor de la libertad del hombre para que éste se realice en plenitud, es decir,
lo que dije al principio: dar vuelta al vigilante para que en lugar de cuidar que la libertad del hombre no lesione a los
dueños de lo económico, cuide de que los dueños de la economía no lesionen la libertad del hombre.
Tanto esperamos en Ud. que ni en esa provincia
ni en Córdoba hemos querido actuar porque allí hay reservas que pueden moverse espontáneamente. Pero Santa Fe está en situación
distinta a Córdoba. Córdoba vuelve a tener la preminencia respecto del interior, que tuvo cien años atrás y puede ser el eje
de un movimiento paralelo que empalme en la hora histórica con el movimiento del litoral. En el interior, que Córdoba preside,
los movimientos políticos son más lentos y las bruscas conmociones más difíciles, por lo que Córdoba debe ser esencialmente
fuerza de equilibrio aprovechando que puede conservar la permanencia de lo radical.
En el Litoral, en cambio, y particularmente en
su ciudad, como en la nuestra, los cambios populares se harán bruscamente y el control de la juventud que el radicalismo ha
perdido puede ser tomado por fuerzas ocasionales ajenas por completo a nuestro destino. Eso nos hace pensar en la urgencia
de una movilización en ésa. Sin pedirle un compromiso político yo le sugeriría una experiencia para demostrale que en su ciudad
existe ya el nuevo país de que he hablado. Denos Ud. la oportunidad de una movilización con gente forjista de aquí en ésa,
de sólo quince días, y verá Ud. el viejo fervor de las multitudes argentinas que cree apagado.
Pidiéndole perdón por la extensión de estas líneas
cuya única disculpa es mi preocupación por supuesto en la gran empresa de la Patria, salúdalo con la cordialidad de siempre:
Su affmo.
Arturo M. Jauretche